El papa Francisco arribó a Mongolia el viernes por la mañana en una visita para dar aliento a una de las comunidades católicas más nuevas y pequeñas del mundo.
Es la primera ocasión que un pontífice visita este país asiático sin acceso al mar, y se lleva a cabo en una época en que las relaciones del Vaticano con los dos poderosos vecinos de Mongolia, Rusia y China, están de nuevo bajo tensión.
Francisco llegó a la capital mongola de Ulán Bator tras un vuelo nocturno que atravesó espacio aéreo chino, lo que le dio al papa una rara oportunidad de enviarle un saludo al presidente Xi Jinping. El protocolo del Vaticano pide que el pontífice envíe esos saludos siempre que vuela encima de un país extranjero.
En su mensaje a Xi, Francisco le expresó “augurios de buenos deseos a su excelencia y al pueblo de China”.
“Asegurándole mis oraciones por el bienestar de la nación, invoco sobre todos ustedes las bendiciones divinas de unidad y paz”, declaró. A pesar de la tensa relación entre el Vaticano y Beijing, el vocero del Ministerio de Exteriores chino, Wang Wenbin, indicó que el saludo mostraba “cordialidad y buena voluntad”.
“China está dispuesta a seguir caminando en la misma dirección con el Vaticano, mantener conversaciones constructivas, mejorar el entendimiento, acumular confianza mutua y promover el proceso de mejora de las relaciones entre ambas partes”, afirmó Wang en su conferencia de prensa diaria.
A su llegada, el papa, que utiliza una silla de ruedas, fue recibido en la pista por guardias de honor con cascos y por la ministra de Relaciones Exteriores de Mongolia. Una mujer que portaba un vestido tradicional le ofreció yogurt seco en señal de bienvenida. No hizo comentarios públicos. Además de los sacerdotes y otras personas reunidas sobre la pista, varias docenas de personas más observaron su llegada desde la terminal del aeropuerto.