Al revelarse humo blanco en la Capilla Sixtina de El Vaticano, el mundo conoce que el cónclave de cardenales ha elegido al nuevo sucesor de Pedro.
El proceso comenzó oficialmente el 7 de mayo, casi tres semanas después del fallecimiento del papa Francisco el pasado 21 de abril a los 88 años. La primera jornada del cónclave concluyó sin consenso, como lo confirmó una fumata negra a las 21:01 (hora de Roma). Al día siguiente, los cardenales realizaron dos votaciones más en la mañana, sin éxito, lo que produjo una segunda fumata negra a las 11:51. Finalmente, en la cuarta votación de la tarde, se alcanzó la mayoría requerida: al menos 89 votos (dos tercios del total).
Este cónclave se caracterizó por su carácter histórico y diverso. Con una media de edad de 69 años, el 81% de los cardenales participaban por primera vez en una elección papal, provenientes de más de 70 países, lo que representa una de las configuraciones más jóvenes e internacionales en la historia del Vaticano.
El procedimiento, como dictan las normas, fue meticuloso y confidencial. Cada cardenal escribió su voto en una papeleta con la inscripción “Eligo in Summum Pontificem” y lo depositó en una urna ante tres escrutadores. El Vaticano aplicó además estrictas medidas de seguridad, como inhibidores de señal, escudos antidrones y vigilancia digital, para garantizar el secreto del cónclave.
La Iglesia católica y el mundo aguardan conocer el nombre del nuevo pontífice.
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