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Lo reprochable del Junior- Cali

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Más allá del triunfo de Junior, que lo acerca a la clasificación, hay por lo menos tres aspectos negativos que bien valen la pena tocarse.

Lo del árbitro y la permisividad ante las patadas

Ya se ha vuelto recurrente que los rivales pretendan frenar a Junior a punta de patadas, con el silencio cómplice de árbitros que no entienden que, en bien del espectáculo del fútbol, a los artistas hay que protegerlos y evitar que los «picapiedras» los dañen.

Wilson Lamouroux anoche no fue la excepción. Aunque ocho veces mostró la amarilla a hombres de Cali por faltas descalificadoras contra Teófilo, Jarlan y Chará, entre otros, desde la tribuna quedó la sensación que lo hizo más para facturarle a la Dimayor que para salvaguardar la integridad de los habilidosos y garantizar un partido sin tantos cortes.

Los que llenan estadios o garantizan rating a la televisión no pueden ni deberían ser ablandados a patadas bajo la complicidad y la omisión arbitral, exponiéndolos a lesiones y, mucho menos cuando pueden ser elementos claves de selección nacional en una etapa decisiva de clasificación a un mundial.

Razón tienen Iván Mejía y Carlos Antonio Vélez cuando en transmisiones de partidos han cuestionado el pobre nivel arbitral de Lamouroux, que le ha debido merecer desde hace rato la pérdida de cualquier escarapela. Sanciona faltas que no existen, obvia las que si se producen, corta el juego innecesariamente, pita colgado y no se apoya en sus asistentes. En sintesis un muy mal árbitro con seguramente un muy buen padrino.

Lo de Teófilo Gutiérrez y Abel Aguilar

El juego aparte que disputaron Abel Aguilar y Teófilo Gutiérrez, dos referentes importantes de la selección nacional, habla muy mal de la camaradería y la «familia» que constantemente nos dicen que es la concentración y el vestuario de Colombia.

Es lamentable que dos figuras maduras y que deberían dar ejemplo sobre todo a los niños y a la juventud, se trencen en una disputa que parece trascender lo deportivo y se dediquen a empujarse, insultarse y provocarse mutuamente y de manera irresponsable, pudiendo desencadenar esto en un perjuicio para sus clubes (por expulsión) o en una baja para la selección por una entrada -que bajo la calentura del partido- puede terminar en lesión.

Teófilo es un jugador diferente, un crack, pero no debe caer en el juego de dejarse provocar o hacerlo el. El no tiene nada que demostrarle a nadie: Ni a sus rivales ni a la tribuna. Ambos saben de sus condiciones excelsas y excepcionales como futbolista.

No hay necesidad de abusar de los lujos o mostrarse displicente porque eso necesariamente genera la reacción del contrario.

Ya en una ocasión le pasó a Iván René Valenciano que fue duramente increpado al término de un partido por Miguel Calero (QEPD) por sentarse en el balón e irrespetar la dignidad y/o el amor propio del rival. Perratearlo se diría coloquialmente en Barranquilla.

Ayer desde la tribuna la afición sintió un alivio cuando Comesaña lo excluyó por Leiner Escalante al minuto 83 y no porque no nos deleite su fútbol, sino porque no deseábamos otra expulsión u otra lesión que nos impida disfrutarlo en la cancha, eso si, sin excesos en la conducción o en los lujos. A cracks de la dimensión de Teo se les nota más la calidad cuándo tienen esa capacidad de hacer la simple o de sacar a flote todos sus recursos técnicos pero en jugadas de gol.

Lo del perrito y la forma de sacarlo: Mención aparte

No es posible que nuevamente y después de lo acontecido en el partido Colombia – Brasil un perrito vuelva a acceder al gramado. Pero más allá del incidente es reprochable que se le introduzca en una bolsa plástica de basura, lo que representa sin lugar a dudas (así sea por segundos) un caso de maltrato animal censurable.

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