La partida del Papa Francisco ha conmovido profundamente a la Iglesia católica, particularmente en América Latina, región que fue cuna de su corazón pastoral y fuente de muchas de sus intuiciones evangélicas. Desde Uruguay y Paraguay, dos voces cardinalicias se alzan para rendir homenaje a quien fue mucho más que un pontífice: un hermano, un pastor y un padre para los pueblos latinoamericanos.
El Cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, compartió con los medios vaticanos una mirada íntima sobre el impacto que Francisco ha dejado en la Iglesia rioplatense. Su legado, afirma Sturla, es ante todo espiritual y pastoral: una Iglesia en salida, hospital de campaña para los heridos de la vida, con una misión clara de anunciar el Evangelio con alegría, como lo marcó desde los primeros pasos de su pontificado en Evangelii Gaudium. En palabras del Cardenal, Francisco “puso a los pobres en el centro” y vivió hasta el final ese amor preferencial, visitando a presos y marginados incluso en su fragilidad física.
Pero no solo su estilo pastoral marcó a la Iglesia. También lo hizo su cercanía con los pueblos del sur, particularmente con el Uruguay. “Fue un tiempo de sentir muy cerquita al Sumo Pontífice”, señala Sturla, recordando la entrañable relación que el Papa mantuvo con la Iglesia uruguaya, con afecto paternal y una comprensión profunda de su idiosincrasia.
Desde Paraguay, el Cardenal Adalberto Martínez Flores —el primer cardenal en la historia del país, creado precisamente por Francisco— ofreció un testimonio que resalta otra dimensión fundamental del pontificado: su opción decidida por las periferias. Recordó con emoción la visita del Papa en 2015 al Bañado Norte, un gesto que resonó con fuerza entre los más humildes, reafirmando su dignidad de hijos de Dios. “Eso puso muy dentro de nuestros corazones una opción especial por las periferias”, expresó el arzobispo de Asunción, señalando cómo esa inspiración ha permeado tanto a obispos como a jóvenes laicos.
Para Martínez, el futuro de la Iglesia paraguaya debe seguir guiado por las luces de Fratelli tutti y Laudato si’, encíclicas que sintetizan una visión profunda de fraternidad universal y ecología integral. En ellas, Francisco dejó un llamado urgente a cuidar la casa común y a reconocernos como hermanos y guardianes unos de otros.
Así, desde el Río de la Plata hasta las riberas del Paraguay, el testimonio del Papa Francisco continúa vivo. En sus gestos de ternura, en su voz profética, en su empeño por una Iglesia sencilla, cercana y comprometida con los más vulnerables, deja una huella imborrable. Su paso por la historia de la Iglesia es, como bien dijo el Cardenal Sturla, una confirmación en la fe, con el rostro del Buen Pastor que camina con su pueblo y lo guía con amor.
Vatican News
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