De regalo de Navidad, el Niño Dios le trajo a Héctor, de 5 años, dos carros de control remoto, pero él sólo ha utilizado uno porque el otro es para su hermano mayor Adolfo, de 7 años. Su inocencia y nobleza chocan con una realidad irreparable: Adolfito murió el 4 de diciembre pasado, en un hecho aterrador que apenas comienza a resolverse.
“La muerte de mi nieto fue violenta”, reveló su abuela, Araceli Romero, con base en un oficio que la Fiscalía envió, el 5 de diciembre pasado, al notario de turno de Barranquilla para que con esa anotación específica expidiera el registro de defunción del pequeño Adolfo Valega Gutiérrez.
“Su muerte violenta fue por envenenamiento”, reafirmó la afligida mujer, en entrevista con Emisora Atlántico y Zona Cero.com.
La Policía Metropolitana informó que por la muerte del pequeño Adolfo, un juez, ante solicitud de la Fiscalía de Soledad, dictó orden de captura contra Sabel Beleño Muñoz, expareja de su mamá, quien la noche del 2 de diciembre pasado fue señalado de darle una Pony al menor que le produjo convulsiones y tuvo que ser llevado de urgencia a una clínica. Por su grave estado lo remitieron a la Clínica Adelita de Char donde murió dos días después, el 4.
A un mes de la tragedia, doña Araceli Romero no entiende por qué hubo “tanta protección” para el sospechoso Beleño Muñoz; se duele porque la Fiscalía “lo tuvo en sus manos”, cuando lo condujeron a la URI de Soledad, pero a las pocas horas lo dejaron libre, el 3 de diciembre en la madrugada. Desde ese día el indiciado desapareció. Ni la familia entiende que un oficial de la Policía les haya llamado para decirles que al sospechoso lo tenían bajo custodia, en una casa, cuando en realidad lo habías dejado libre y escapó.
A Adolfito lo recuerda como “un niño alegre y bailador”, su “compañero para ir a hacer los mandados”, quien, junto con sus hermanitos, le decían no abuela, sino tía Pancha, por la gracia que les producía una canción infantil que les enseñaron en el colegio Alberto Pumarejo, donde estudiaban.
Después de tenerlos en su casa en el barrio Pumarejo, desde febrero hasta el 25 de noviembre de 2022, día en que su mamá Deisy le anunció que se los iba a llevar a vivir con ella al barrio Nueva Esperanza, el 2 de diciembre la abuela recibió un mensaje de wasap de su exnuera sobre su separación de Sabel Beleño. “Soy libre”, le escribió. La llamó, hablaron de varios temas familiares y le dijo que sus nietos –“mis pelaos”, como le decía ella cariñosamente– le hacían falta, entonces tuvo la oportunidad de hablar por última vez con Adolfito.
“Tía Pancha, mañana voy a visitarte”, le prometió el niño, y le hizo una broma sobre el arroz que quería comer, como dice la canción infantil.
Horas después, en la noche del mismo 2 de diciembre, cuando estaba sentada en la puerta de su casa con su otro hijo, éste recibió una llamada de su hermano Adolfo, papá de los tres niños, quien había sido informado sobre que a Adolfito lo llevaron a la clínica del barrio Los Nísperos. Recuerda la abuela que al llegar ahí estaba Sabel Beleño y en presencia de las autoridades policivas y de la Fiscalía los médicos ya hablaban del “envenenamiento del niño por los síntomas que presentaba”.
Desde un comienzo, los testimonios del pequeño Héctor y de un vecinito revelaron que cuando el hoy fugitivo Beleño Muñoz les ofreció la Pony, le echó una sustancia que, para ellos, se asemejaba a la miel de abeja y a la pimienta, después retó a los tres hermanos a que le daba 2.000 pesos al que terminara más rápido. Adolfo fue el que más tomó; Héctor no quiso porque no le gustó el sabor de la bebida y la pequeña Sharon tampoco bebió.
Una vecina le informó a la familia que cuando el niño tomó el refresco “comenzó a hacer feo, convulsionó, se cayó y se partió la boca”.
Por eso, la abuela Romero no duda de que Beleño quiso matar a los tres hermanos, y se pregunta ¿qué hacía el victimario de su nieto en la casa si la mamá ya no vivía con él?
El lunes, cuando se cumplió el mes del comienzo de la tragedia que llevó a la muerte de Adolfito, doña Araceli Romero se fue todo el día para el cementerio de Soledad. “Lloré lo que nunca había llorado en mi vida”, confiesa, mientras, con dolor y rabia, sigue sin entender por qué su nieto está muerto y su victimario Sabel Beleño, quien tiene documentos de identidad como venezolano y colombiano, se encuentra libre.
Twitter @JoseGranadosF