Para la gran mayoría el llanto es sinónimo de tristeza, de dolor, de muerte. Pero para Hernán Valle, coordinador de las seis unidades de ginecología y obstetricia de la IPS Mi Red en Barranquilla, los gritos de un recién nacido y más aún en medio de la pandemia por el Coronavirus, son todo un trofeo: la evidencia de que siempre hay esperanza de vida.
«Ese llanto de esos bebés es embriagador, tranquilizador. Uno siempre dice que el que llora es por tristeza, pero para mí es que vamos bien y eso me emociona porque salió bien», comentó el especialista.
Llegó la enfermedad. El virus seguía en ascenso y mientras los laboratorios del mundo avanzan por intentar hallar una vacuna para frenar el contagio y las muertes, pasan las semanas y las embarazadas no están inmunes.
Y es que en la ciudad, solo en la red pública hospitalaria son atendidas mensualmente hasta 2.500 mujeres en controles prenatales, de ellas hasta este 7 de septiembre de 2020, 80 han resultado positivas para Covid -19.
«Nos comenzamos a dar cuenta de que comenzó a llegar la primera señora, la segunda señora, la tercera…y así comenzamos a ver dónde vamos a tener a nuestras embarazadas hasta que nos tocó abrir una Unidad de Cuidados Intensivos Obstétricos», recordó.
Con un pabellón lleno de embarazadas contagiadas, los 29 ginecólogos de las sedes de baja, mediana y alta complejidad, unían sus esfuerzos por aprender y salvar la vida de madres e hijos en medio de la crisis trabajando con el mayor nivel científico existente en el mundo para una enfermedad nueva en la humanidad.
«Comenzamos a aprender. Es una enfermedad nueva y mucho menos de embarazadas, comenzamos a abordarlas y tratarlas, a ver cómo iba a nacer ese bebé, si se iba a enfermar o nacer antes de tiempo y si iba a salir bien», añadió.
Los hijos de la pandemia
Son las 11:30 de la mañana del 7 de mayo de 2020. El reto por seguir atendiendo los 800 partos que reportan al mes, hace que la tensión sea mayor. Llegó el momento esperado: después de 12 horas de cirugía nació el primer bebé gestado en el vientre de una madre infectada con Coronavirus, todo bajo un protocolo estricto que antes no existía.
«No existía la forma como íbamos a entrar a un quirófano con una persona con Covid y se diseñó con los coordinadores de cada una de las especialidades, tuvimos que incluso quedar hasta en paños menores antes de entrar a cirugía», dijo emocionado al contar cómo es su preparación.
Fue una niña, pesó 3.020 gramos, 51 centímetros y nació sana.
«No solo nos llegaron mariposas al estómago, fue un proceso que embriaga de la emoción y con la expectativa de saber si tendrá o no Covid. Fue una nena que nació en perfectas condiciones y que lloró fuerte y vigorosamente», reveló Valle.
Una familia de bata blanca
Mientras vivían el júbilo por esta primera gran prueba superada, las gestantes aisladas en el hospital luchaban por sobrevivir y con el drama de no poder estar en contacto con sus seres queridos. Solo los miembros del personal médico, esos extraños de bata blanca como la enfermera jefe del área de ginecología Yuli Ariza Hernández, quien terminó convirtiéndose en parte de su familia.
«No solo somos enfermeras. Éramos sicólogas, mamás, hermanas. Eso de tener de ponernos a su lado en la post cesárea al saber que no podían valerse por sí mismas aún con miedo de contagiarnos y llevar el virus a la casa pero siempre tuvimos la responsabilidad de salvar a esas dos vidas», dijo la joven Jefe de enfermería.
Han sido momentos difíciles y todos los valientes miembros del personal lo saben. La jefe Yuli aunque no tiene hijos cuenta que vivió de cerca el drama de esas madres que después de dar a luz, debían seguir su recuperación alejadas de sus bebés.
“Era muy tener que desprender esos bebés del lado de sus mamás que pasaban a otra unidad bastante contaminada donde estaban todas las maternas con Covid y realmente no se sabía si se contaminaba o no el bebé al momento del nacimiento”, relató.
En medio de la entrevista no puedo dejar de recordar también mi aislamiento, sin mis dos hijos de 10 y tres años de edad que desconocían por qué mamá no estaba con ellos y se había ido sin avisar. Por qué debían estar en otra casa bajo el cuidado de su abuela, por qué en el segundo piso se escuchaban ruidos como si su madre enferma estuviera allí.
“Este momento que estamos surcando en la humanidad es totalmente diferente, tiene un contexto especial. Esos niños, son los hijos de la pandemia que nacieron en el fragor de este proceso de la pandemia y a Dios gracias lo que lograron nacer están bien y seguiremos aprendiendo de la enfermedad”, puntualizó emocionado el Dr. Valle al terminar nuestro diálogo.
Ya pasaron 27 días y mi segunda prueba de Covid resultó negativa. Mamá volvió de viaje.