Ninoska Rivas es una mujer venezolana que hace un año emigró de su nación y se instaló en el barrio Rebolo de Barranquilla, donde nació y creció su esposo, habitando en una pequeña casa con cinco familias. “Ellos son sus hermanos y cada uno está con su pareja y sus hijos. Sumados a los seis míos, cinco niñas y un varón, son 18 menores conviviendo bajo el mismo techo”.
En esa casa pequeña, en el sector El Oasis, sus habitantes no tienen sala ni cocina. De sus hijos, tres niñas hacen parte del grupo de Mambrú en Rebolo, la mayor es Kimberly con 12 años. Los restantes esperan que cumplan la edad mínima o que haya cupo, para incluirlos.
“De Mambrú he aprendido a escuchar y a respetar a mis padres. Mi sueño es ser una gran bailarina”, dice Kimberly.
Ella hace parte de los niños, niñas y adolescentes de este tradicional barrio, cuya diaria existencia consiste no solo en estudiar y vivir acordes con las tradiciones familiares, sino campear constantemente los peligros que acechan a cada instante, representados en drogas, microtráfico, pandillas, prostitución, entre otros que los lleva a desviar su camino hacia el delito.
“Mis hijas llegaron a Mambrú escuchando los cuentos de Génesis, una de las niñas líderes del grupo. Les hablaba que danzan, juegan fútbol, aprenden sus derechos, aplican valores, entre otras cosas, cuando asisten a las jornadas y talleres de Mambrú. A mis hijas eso les encanta, además de cantar y tener aptitudes para el modelaje”, agregó emocionada Ninoska.
Inquietos por su futuro, defensores de la paz, alejados de las armas, empoderados de sus derechos y conscientes de que las diferencias no son el problema, sino quedarse en ellas, son los rasgos que caracterizan a los niños y jóvenes beneficiados con la estrategia ‘Mambrú no va a la guerra. Este es otro cuento’, liderada por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN).
«Desde el pasado mes de abril, las 30 iniciativas Mambrú que iniciaron en todo el país en 2017 están en etapa de cierre, aunque en realidad son el inicio de sueños y proyectos de vida que motivan a más de 7.000 niños, niñas y adolescentes a mantenerse alejados de actividades ilegales que vulneran sus derechos y truncan sus sueños y etapas propias de su edad», afirmó Laura Orrego, coordinadora de la ARN Atlántico.
Desde que inició Mambrú, en 2007, niños y jóvenes en Colombia han aprendido a autoconocerse, formados en valores y sacando adelante una iniciativa cultural, artística, deportiva o de emprendimiento que los mantiene ocupados.
Específicamente, en el barrio Rebolo, la ARN adelantó desde el año 2015 iniciativas comunitarias como estrategias de prevención temprana, enmarcadas en actividades lúdicas, de danzas y deportivas, aplicando la estrategia de prevención temprana en 45 niños, niñas y adolescentes focalizados, al igual que a sus padres y comunidad en general.
“El balance es muy positivo porque hemos rescatado a niños de la ilegalidad, identificando a líderes que han replicado esa historia en sus amiguitos. El grupo de Rebolo hoy son reconocidos en espacios como el Carnaval de los Niños, participando de igual manera con los otros menores, como un mensaje a todos los niños del departamento”, puntualizó Laura Orrego, coordinadora de la ARN Atlántico.
Mi sueño es que mis hijas sean felices y que logren lo que ellas quieran ser, lo que yo no pude ser. Mi esperanza está aquí en Rebolo, en Colombia. “Yo estoy súper alegre con todo lo que nos ha brindado Mambrú. Todos los niños y niñas quieren estar en Mambrú”, aseguró Ninoska.