Cuando OpenAI lanzó ChatGPT en noviembre del año pasado tomó por sorpresa a algunas de las más grandes compañías tecnológicas del planeta. La startup llevaba años trabajando en el campo de la inteligencia artificial (IA) y, si bien en ese entonces era responsable de productos notables como GPT-3 y DALL·E, la llegada del chatbot impulsado por GPT-3.5 provocó un auténtico terremoto.
El bombazo fue tal que Google, el impulsor de la prodigiosa arquitectura transformer aprovechada al máximo por la firma dirigida por Sam Altman, parecía estar quedándose atrás. Los de Mountain View no tardaron en reaccionar y en marzo de este año presentaron su propio chatbot llamado Bard basado inicialmente en LaMDA. Meta respondió de manera similar con sus modelos Llama de IA.
La primera versión de Llama llegó a principios de este año con la promesa de competir con GPT-3, pero todavía lejos de igualar o superar a los modelos más ambiciosos del momento. Los modelos, recordemos, son los componentes que dan vida a chatbots como ChatGPT. OpenAI y Google tienen sus propios modelos y chatbots, pero Meta no tiene, de momento, un chatbot de uso general.